20 años no es nada

Ayer, mirando La Nación en Internet, me encuentro con el artículo que reproduzco más abajo. Por supuesto, la primera reacción es de nostalgia. Pero tal vez vale la pena agregar algunas precisiones. El asunto del recuento paralelo de los votos nació de la idea que, dado el desgaste de la estrategia de desobediencia civil iniciada en 1983 mediante las protestas, valía la pena intentar ganarle el plebiscito de 1988 a Pinochet. El escenario no era el mejor (posibilidad de fraude, ausencia de garantías) pero muchos pensamos en ese momento que podíamos controlar o por lo menos dificultar fuertemente esa posibilidad de fraude. Después de todo, los filipinos y los uruguayos habían logrado algo parecido. El cuadro político estaba algo confuso, los socialistas "renovados" nos habíamos salido de la Alianza Democrática para buscar una alianza más amplia, y a nuestra izquierda parte del PS, el PC y el FPMR intentaban una estrategia insurreccional (que muchos considerábamos tal vez legítima pero inconducente y errada).
Se armó hacia 1986 el Comité de Elecciones Libres, con gente de la DC y de la izquierda no comunista y en ese contexto un "Comité Técnico", con Genaro Arriagada a la cabeza, que después fue formalizado con apoyo institucional al crearse la Concertación el 2 de febrero de 1988. Nos pusimos a trabajar un grupo más bien reducido sobre los aspectos prácticos del plebiscito y Genaro supo crear un ambiente creativo, despartidizado pero con representatividad partidaria (yo mismo era de la dirección del PS que dirigía Núñez), reuniendo talentos variados para con discreción preparar una estrategia coherente de enfrentamiento de la dictadura en las urnas. Esto sonaba bastante audaz en el contexto de la época y (casi) todos nos miraban con completo escepticismo y algo, en ocasiones, de sorna por lo "iluso" del intento.
Un día, en la Editorial Aconcagua donde Genaro tenía sus oficinas me dice a la pasada: ¿porqué no te haces cargo del control de la votación? Yo lo miré con cara de sorpresa y creo haberle dicho algo así como que no tenía ni la menor idea de como se podía hacer eso, pero me contestó que se necesitaba alguien del equipo que habíamos formado que empujara el tema. Así es que acepté, un tanto inquieto. Con mis 30 años y después de los variados y en ocasiones bastante azarosos avatares vividos desde el año 1972 en que me involucré en política (luchas estudiantiles, golpe, exilio, retorno, protestas, construcción de alianzas amplias) no me pareció tan imposible y en todo caso había que intentarlo. Es cierto que tampoco éramos muchos en la izquierda los que estabámos en la estrategia de comenzar a derrotar a la dictadura en el plebiscito. En mi partido me apoyaron en el tema (dicho sea de paso, después de mi militancia en el MIR y mi posterior etapa de independiente socialista, era al PS dirigido por Núñez y después por Arrate al que yo había entrado en 1985, pues -aunque yo estuve en el origen del PPD y revisé con un equipo una a una las fichas del nuevo partido legal para que no fueran rechazadas y las llevé físicamente al servicio electoral- el PPD era solo para muchos de nosotros instrumental, aunque la historia, esa imprevisible, después dijera otra cosa...) .
Y me instalé en las oficinas de la Editorial Aconcagua y más tarde en las del Comando del NO en Alameda con Lastarria. Me acerqué a los jóvenes de la FECH de entonces, encabezados por Germán Quintana, que era DC, y a gente de todos los colores para armar un equipo a la altura de las circunstancias y la complejidad de la tarea (llegamos a contar en la madrugada del 5 al 6 de octubre el 80% de los votos y más tarde casi la totalidad de los votos, gracias al despliegue de miles de apoderados y enlaces por todo Chile...). Es cierto que la DC quiso armar luego un trabajo propio de partido, y yo mismo propuse que no nos complicáramos e inventamos aquello de la línea N y la línea O, en la idea que se complementaran. En nuestra línea trabajó gente de todos los partidos, con el apoyo tácito de la propia directiva DC, lo que yo siempre agradecí porque fue una expresión de confianza.
En el diseño efectivamente nos ayudó Glenn Cowan y parte del equipo de la consultora Sawyer&Miller, ligados al Partido Demócrata norteamericano, que nos trasladaron su amplia experiencia en estas lides, lo que se agradeció muchísimo, pero básicamente lo hicieron jóvenes ingenieros chilenos encabezados por Germán Quintana, Didier de Saint Pierre, Hernán Saavedra, Maurice Saintard, Carlos Alvarez, Aldo Signorelli, Guillermo Díaz y decenas de profesionales, como Alberto Urquiza, Enrique Dávila, Marcelo Leseigneur, Jorge Navarrete, Joaquín Vial y tantos otros que hicieron un trabajo enorme en un muy breve período de tiempo para recolectar, procesar y analizar millones de votos distribuidos en 22 mil mesas, y a los que la democracia chilena debe mucho en un momento que fue crítico para reencaminar la historia del país por una senda más civilizada.



La Nación, 2 de septiembre de 2008

A 20 AÑOS DEL PLEBISCITO: Cómo se montó la red paralela de cómputos

El control del comando opositor

El economista entonces PPD Gonzalo Martner estuvo a cargo de una de las líneas a través de las cuales la oposición vigiló voto a voto la limpieza del plebiscito de 1988.

El Comando del No informó el modo a través del cual controlaría los resultados del plebiscito de sucesión programado para el 5 de octubre. El diseño considera la movilización de 80 mil personas entre apoderados de mesa, de locales de votación y encargados de transmitir y transportar los datos. El sistema se pondría en operaciones a las 6 de la mañana del 5 y tuvo dos responsables técnicos: el DC Eric Campaña y el PPD Gonzalo Martner. Cada uno de ellos administró una línea de información independiente, una red se conoció como "N" y la otra se identificó como "O".

Campaña estuvo a cargo de la línea de la DC y Martner de la montada por el PPD y el Partido Humanista. Éstos son los tres partidos opositores legalizados y, por tanto, los que tenían derecho a poner veedores en los recintos de votación. La idea básica del comando fue vigilar las cifras en el origen, es decir, mesa a mesa.

Los informes de votos de estas unidades se llevaron a formularios especiales y se recopilaban en oficinas comunales. Cada 40 mesas escrutadas se levantaba un acta que a su vez se trasladaba a un centro de cómputos provincial. Desde este nivel intermedio los datos se transmitían a Santiago a un computador central. Por razones de seguridad, los núcleos de acopio -51 en todo el país- se ubicaron en casas y oficinas secretas. Para transferir las cifras se utilizaron telefax, télex, teléfonos y radios. Una vez que los datos se consolidaron, eran comunicados al secretario ejecutivo del Comando del No, Genaro Arriagada, y al vocero del mismo, el presidente de la DC, Patricio Aylwin.

Después del plebiscito se filtró que la decisión de controlar cada mesa de votación -lo que implicó más de 40 mil voluntarios repartidos por todo el país- derivó de una sugerencia del norteamericano Glenn Cowan, ligado al Nacional Democratic Institute, quien explicó al llamado equipo técnico del No que los fraudes normalmente se cometen en los centros de acopio controlados por la autoridad político-administrativa y no en las unidades mínimas, que son las mesas, y que por tanto son imposibles de manipular debido a que el escrutinio es abierto.

Cowan les dijo a sus oyentes que debían llevar un conteo propio a través de sistematizar la votación de cada una de las mesas, para que este cómputo lo pudieran oponer al Gobierno si éste entregaba resultados fraudulentos. Debido a esta recomendación, el Comando del No optó por la vigilancia rigurosa del proceso a partir de la unidad-mesa.

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